miércoles, 3 de junio de 2009

Arthur Stereo


Estaba muy liado hace un par de noches. Muy agobiado. Por razones varias sentía que el mundo se me iba a venir encima en cualquier momento. Fue como si el universo pesara más de repente y yo en mi cama, mirando al techo, tuviera que sostenerlo con mis dos manos. Sin hacer ruido.

Como si fuera la peor noche de verano, no paraba de sudar. Y, para qué negarlo, vinieron a mi mente todos los errores y demonios del pasado con la oscuridad.

Me levanté y dí más de dos y más de tres vueltas en la penumbra de la habitación. Abrí la ventana; me asomé a la calle. No se oía nada más que algún coche, rumbo a Dios sabe dónde, en la calle de arriba; el ruido de los edificios de alrededor, que a veces parecen tener vida propia, y nada más.

De camino a la estantería me quedé un momento parado, mirando la foto en la que salía todo el mundo, de hace tan sólo un par de meses. Dudé incluso de haber estado allí.

Cogí algunos discos de Bruce y me senté a escucharlos en el suelo, apoyado en la pared; en calzoncillos, a oscuras, fumando un cigarro.

Al principio de Atlantic City me sentía tan triste que no me hubiera inmportado pisar un cristal y cortarme. Sólo lo hubiera dejado estar.

Luego, la cosa ha cambiado. He abierto la puerta y salido a la terraza mientras la música seguía sonando. Corría el aire. En un momento, nada a mi alrededor me ha parecido merecedor de cualquier tipo de sufrimiento. He sentido como si yo estuviera tocando esa canción en Atlanta, sentado en el borde de un gigantesco rascacielos; con el mundo a mis pies.

He cerrado los ojos y he tocado el corazón de quien he querido.

Luego he puesto The Rising, y si no he dormido a partir de ahí en toda la noche, sólo ha sido porque no me hubiera parecido respetuoso y justo con la música irme a la cama en ese momento.

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